Por Sergio
Elías Uribe Sierra.
Hasta
hace poco el municipio de Mazapil sólo figuraba por la fama de ser el depósito
más rico de minerales en el Estado, y de poseer la mina de oro más grande de
México (segunda a nivel mundial). Ubicado al noroeste de Zacatecas en una zona
semiárida dentro del cinturón de plata del país, donde se manifiesta un
capricho mineralógico que incluye oro, plata, cobre y zinc, Mazapil es la
expresión viva de la historia de los pueblos mineros, de la nostalgia, la
añoranza y la maldición de la abundancia de la que habla el economista
ecuatoriano Alberto Acosta.
El pasado
27 de julio intenté dar cuenta de la realidad de este municipio, de la
cotidianidad y la esperanza, en un artículo publicado en la Jornada Ecológica
en el especial de minería http://www.jornada.unam.mx/2015/07/27/eco-d.html,
traté de visibilizar las disputas, los conflictos, las contradicciones, la
dignidad y la resistencia de sucumbir ante el gran capital minero; además,
ilustré como a pesar del alcance global de Frisco y GoldCorp, las comunidades
se organizan y luchan por mantener su estilo de vida, esto, a pesar de que no
todas las luchas son triunfantes.
En
esencia, en un contexto donde nxs han callado la voz del corazón, los contrastes
de Mazapil manifiestan la invitación a soñar, a pensar distinto, a repensar la
realidad y comenzar a construir desde la cotidianidad de su población; a clamar
por una justicia social con igualdad y a expresar un malestar ante el Estado
mexicano por el abandono gubernamental, por reproducir prácticas y discursos
que solo benefician a los que están detrás del poder.
Tristemente,
oculto en las montañas semiáridas del Altiplano mexicano, el pasado 29 de julio
Mazapil por fin se asomó al mundo,
tanto, que incluso el papa Francisco líder de la Iglesia Católica manifestó su
sentir ante los hechos que muestran el reflejo de una realidad encantada en ese
municipio. Un terrible accidente que involucró un camión de carga con 21 toneladas
de arena (propiedad de una constructora que labora en la mina Peñasquito,
ubicada en Mazapil), violando las reglas de tránsito por meterse por una calle
no apta para este tipo de transportes, se quedó sin frenos y embistió parte de
la peregrinación que año con año se hace en honor al Señor de Jesús, dejando 16
personas fallecidas al instante y decenas de heridxs. Hasta el 31 del mismo
mes, la cifra aumentó a 27 decesos y 149 heridxs, 12 de
ellxs de gravedad.
El
enojo, el disgusto y el malestar ante esta falla humana es evidente, y lo es
porque el accidente manifiesta que la situación está por encima de la propia
falla humana. Es el reflejo de la negligencia de las autoridades municipales,
estatales y federales; del reiterado abandono gubernamental y sobre todo de la
nula regulación hacia las trasnacionales que parece son las dueñas de todo,
incluyendo la vida humana y la biodiversidad natural.
En
reiteradas ocasiones se ha hecho público el descontento por el incumplimiento
de los compromisos firmados con las empresas mineras, las cuales llegan
prometiendo el progreso, el desarrollo y el crecimiento económico, pero todo
envuelto en una burbuja. La tarde del miércoles el eco de esos incumplimientos
trascendió todas las fronteras, la ausencia de un Hospital digno por la
displicencia de la alianza Estado/capital, demostró el verdadero reflejo de la
maldición de la abundancia.
Hoy
la Parroquia de San Gregorio Magno se postra con un luto inmensurable, con
desolación y un nudo en la garganta difícil de mitigar. Hoy el reclamo es
porque los dueños del poder no ven más que riqueza y fuente de acumulación
material en Mazapil, no vislumbran el valor de las personas, su cultura, su
imaginario, sus fiestas y sus tradiciones, para muchos, en este municipio
alejado no hay más que cerros llenos de oro.
Por
ello me atrevo a desafiar esas miradas, esas lecturas apegadas a una
racionalidad enajenada por el poder y potencializar la vida, la dignidad y la
esperanza. Ya no más indolencias, hay que despertar el corazón del sueño largo,
refortalezcamos la organización y busquemos al interior de cada uno de nosotrxs
una alternativa a las garras del extractivismo, seamos creativxs y convirtamos
los sueños en posibilidades distintas, desde la esencia de todxs los que viven
en el denominado “Venado Pequeño”.
En
honor a los hermanxs de Mazapil, a las familias que lloran, a quienes sufren el
dolor y a los que se fueron a vivir un mejor mundo, desde la trinchera de mi
alma y con amor les comparto esta reflexión.
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