"Castigo a los asesinos de normalistas - Destitución de Funcionarios complices" : las dos reivindicaciones de los normalistas de Ayotzinapa aparecen en la entrada de la Escuela. |
Hijos de La Tierra estábamos en la marcha organizada en la
Ciudad de México el 8 de octubre, día de movilización nacional para pedir
justicia tras el ataque mortal que sufrieron estudiantes de la Escuela Normal
Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa el 26 de septiembre en Iguala (Guerrero)
por parte de policías y narcotraficantes. Unas 150,000 personas participaron en
esta manifestación, incluso padres de normalistas asesinados y desaparecidos, y
estudiantes de Ayotzinapa. Después de la protesta, fuimos invitados por el Comité
estudiantil a pasar un día en la Normal. Allí pudimos hablar con uno de sus
miembros, Diego, quien nos confió su indignación y su incomprensión ante esta
tragedia.
“¿Qué fue lo que pasó?”,
se pregunta Diego mientras nos sentamos cerca de la alberca de su Escuela, la
Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, para hablar de la matanza del 26 de
septiembre. Es uno de los lugares favoritos de este estudiante de cuarto año, a
punto de graduarse para ser profesor de Educación física. “La verdad, en el
estudiantado de Guerrero, de México, y en el estudiantado a nivel
internacional, nunca se había visto esto en la historia”, comenta el normalista
de 23 años originario de la Costa Chica y miembro del comité estudiantil
Ricardo Flores Magón de la Normal.
¿Qué justificó la
intervención armada de policías municipales en Iguala contra el grupo de
normalistas de Ayotzinapa que acababa de llegar en bus en la ciudad en la noche
del 26? Habían viajado unos 120 km desde la Escuela para realizar una actividad
de boteo allí. Sólo querían recaudar fondos para financiar sus prácticas
profesionales. La llegada a Iguala fue alrededor de las ocho de la noche, y
después de haber boteado durante media hora, vieron llegar policías quienes
empezaron a acribillarles. Sufrieron un segundo ataque alrededor de las once de
la noche. En total, 3 estudiantes fueron asesinados, 19 otros heridos y 43 más
desaparecidos, sin que nadie entienda porqué.
Los familiares de normalistas muertos o desaparecidos se reúnen en el patio de la Escuela con normalistas y estudiantes venidos de todo México para apoyarles moralmente |
“¿Porqué le desollaron el rostro?”
La muerte de Daniel Solís
Gallardo, 18 años, Julio César Ramírez Nava, 23 años, y Julio César Mondragón
Fuentes, 22 años, no tiene ningún sentido para Diego. La de Mondragón,
encontrado en la calle el 27 de septiembre en la madrugada con signos evidentes
de tortura, es la que le cuesta más aceptar. “La tortura, la verdad, es lo que
no podemos explicar”, dice Diego. La imagen del cadáver de su “paisano” (así se
llaman los normalistas entre ellos) de primer año, quien era casado y padre de
una niña de dos meses , acosa sus pensamientos.
Cuando estábamos en la
camioneta regresando de la marcha en Ciudad de México, el joven no dejaba de
mirar la foto del cadáver de su compañero que había circulado en la web y que
él había guardado en su celular. “Mira, le quitaron los ojos, ¿por qué? ¿Y por
qué le desollaron el rostro? Y mira aquí, tiene marcas de golpes en la cintura
y en las manos, ¿por qué le hicieron eso?”, preguntaba Diego mientras hacía un
zoom en los morados de su hermano. “Es indignante y nos llena de rabia y coraje
al saber que ha muerto uno de nuestros compañeros de esta forma, tan brutal. Lo
mataron como si fuera un animal.”
¿Dónde están los 43 estudiantes desaparecidos?
Al momento de esta
entrevista, habían pasado 13 días después de la masacre. Las preguntas de los
estudiantes, de los familiares de las víctimas y de millones de mexicanos
indignados no encontraban ninguna respuesta clara en los discursos de las
autoridades encargadas de la investigación. Lo más difícil era soportar el
silencio ante esta interrogación : ¿Dónde están los 43 estudiantes que desaparecieron
en la noche del 26 de septiembre ? Una de las hipótesis era que se encontraban
en una de las cinco fosas que habían sido localizadas por los investigadores
cerca de Iguala y que contenían 28 cadáveres. Hoy estamos a 24 días de los
acontecimientos y sabemos que ningún de estos 28 cuerpos pertenece a los
estudiantes desaparecidos, pero 14 otras fosas clandestinas fueron localizadas
en la zona desde entonces y nuestros hermanos podrían encontrarse en unas de
ellas.
La única cosa que tanto
los estudiantes como los padres de asesinados y de desparecidos tienen muy
claro desde el principio es esta: la responsabilidad de las autoridades
guerrerenses vinculadas al narcotráfico, y la del gobierno federal que siempre
ha dejado criminales reinar en la entidad en total impunidad. Poco después de
la matanza, el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, vinculado con
el grupo de narcotraficantes “Guerreros Unidos” y hasta hoy prófugo de la
justicia, fue presentado como el autor intelectual de la matanza, junto con su
esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, de quien también se ignora su
paradero, es hermana del máximo líder de los “Guerreros Unidos” (Salomón Pineda
Villa, alisa “El Molón”) y presidenta del DIF de Iguala.
Los normalistas dejan su ropa secar en frente de sus habitaciones |
Una matanza planeada desde arriba
Según un informe del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, fue ella quién ordenó al
director de seguridad pública municipal, Felipe Flores Velázquez (también
prófugo…), enviar un contingente de policías para impedir la entrada de los
estudiantes en la ciudad. La razón: pensaba
que los normalistas estaban allí para organizar una manifestación en
contra de ella esta noche, mientras estaba presentando su informe de labores
como presidenta del DIF. “Ni siquiera se sabía que la presidenta del DIF, la
esposa de José Luis Abarca iba a dar su discurso o qué sé yo que es lo que iba
a dar, asegura Diego. Nosotros simplemente íbamos a la actividad (de boteo) y
nada más.”
Después de la
intervención armada, Felipe Flores Velázquez pidió a los policías que
detuvieran a los estudiantes y que los entregaran al grupo de narcotraficantes.
Esta vez, el orden venía directamente de un integrante del grupo criminal
conocido como “El Chucky”. El alcalde fue informado en tiempo real de los
hechos por el director de seguridad, precisa el informe del Centro de Investigación y Seguridad
Nacional.
“Responsabilizamos a los tres niveles de gobierno”
Ante este escenario más
infernal que cualquier guión jamás imaginado por Luis Estrada, Diego conserva
la cabeza fría y permanece intransigente: “Responsabilizamos al alcalde de
Iguala, al ejecutivo del estado y al ejecutivo federal porque ellos son los que
ven por la seguridad del pueblo. Exigimos que se les destituye de su cargo y
que se les castigue con máxima penalidad a cada uno de los responsables de la
muerte de nuestros compañeros, tanto actores materiales e intelectuales de esta
masacre extra judicial. Si están inmiscuidos en el narcotráfico o en la
política, se tienen que ir todos.”
Por el momento, el gobernador de Guerrero Ángel
Aguirre (PRD), sospechado de ser vinculado al crimen organizado también, no ha
renunciado a su puesto y el presidente Enrique Peña Nieto no tiene la intención
de obligarle a hacerlo ya que considera que sólolas autoridades
guerrerenses y los partidos políticos pueden pedir su renuncia. Sin sorpresa,
cuando los perredistas se
reunieron este sábado en el marco del IX Congreso Nacional del partido, no exigieron la salida
del mandatario, sino que sólo le encargaron de “colaborar al esclarecimiento de
los hechos”.
La fuerza del Che irradia en el medio de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. |
La matanza de diciembre de 2011 quedó impune
Al contrario, José Luis
Abarca Velázquez (PRD también), si perdió su puesto como edil de Iguala. Diego
conoce muy bien los antecedentes criminales del ex alcalde. Sabe que él fue
quien asesinó el 30 de mayo de 2013 al sindicalista Arturo Hernández Cardona, líder de la Unidad Popular de Guerrero, encontrado muerto en una fosa junto
con dos otros integrantes del sindicato. Primero lo torturó, y luego le disparó
una bala en la cara y otra en el pecho, diciéndole : «¡Me voy a dar el gusto de matarte!». A pesar de que esta
información fue entregada por un testigo del asesinato a un notario público el
año pasado y señalada a la Procuraduría General de la República, el ex edil
nunca fue investigado y permaneció en su puesto. “Entre ellos se cubren para que
nadie de ellos tenga culpa”, denuncia Diego.
Los rostros de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, asesinados por policías en 2011, fueron pintados en las paredes de uno de los edificios de la Escuela. |
El estudiante rechaza la
posibilidad de que la matanza del 26 de septiembre se agregue a la larguísima
lista de crímenes impunes en Guerrero. Todavía no logró hacer el duelo de la
muerte de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel
Echeverría de Jesús,sus dos compañeros normalistas que fueron asesinados el 12 diciembre de
2011 por policías ministeriales del estado de Guerrero mientras se estaban
manifestando con otros estudiantes de la Normal en la Autopista del Sol, al
nivel del Parador del Marqués, en Chilpancingo (capital del estado). Estaban
pidiendo una cita con el Secretario de gobierno estatal para obtener más
recursos económicos y por eso perdieron la vida a los 22 años y a los 21 años,
respectivamente. Ningún policía fue condenado por ese doble crimen.
“Lamentablemente ha quedado impune, por parte del ejecutivo del estado y por
parte del ejecutivo federal”, señala Diego, quien según la grave plaga social
en Guerrero, y más generalmente en México, no es tanto el narcotráfico sino el
sistema represivo contra los luchadores sociales, incluso los normalistas.
“Quieren desaparecer a las Normales Rurales del país”
“Es clara la idea del
estado (federal) que quiere desaparecer a las Normales Rurales del país.
Principalmente quiere desaparecer a Ayotzinapa porque Ayotzinapa siempre ha
sido un estandarte de lucha dentro del estado de Guerrero. Aquí se concientiza
a personas y se le da la prioridad a los hijos de campesinos”, explica Diego,
quien hace parte de esta juventud concientizada y deseosa de crear una sociedad
más justa. En las paredes de su “cubi” (así se les llaman los cuartos de los
normalistas), ha pintado los retratos de sus dos luchadores favoritos. Lucio
Cabañas Barrientos, famoso guerrillero diplomado
de la Normal Rural de Ayotzinapa, quien fue el jefe del grupo armado Partido de
los Pobres en los años setenta. Y el Che.
Bajo la mirada de sus dos protectores, Diego sigue
esperando que sea revelada la verdad sobre la matanza del 26 de septiembre y el
paradero de sus 43 compañeros desaparecidos. Seguramente ha leído las palabras
desesperadas del Padre Solalinde quien aseguró este viernes a la prensa que según testigos
directos, algunos de los alumnos fueron entregados por los policías a los
Guerreros Unidos y quemados vivos.
No queremos llamar a Diego para preguntarle qué piensa de esta declaración.
No queremos sondear la profundidad de su dolor y de su rabia. Sólo queremos
recordarles lo que nos dijo hace once días cuando le
preguntamos si tenía miedo de aprender que los cuerpos en las fosas eran los de
sus compañeros. “No tengo miedo. Lo que tengo es indignación dentro del corazón, dentro del
pecho, dentro de la mente. Y si es así, ¿qué nos queda hacer más que
simplemente abrazarnos, agarrarnos de las manos y, más que nada acobijarnos con
los hermanos estudiantes o normalistas que somos?”
Vídeo y texto por Tochtli en La Luna
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